Siguiendo los medios de comunicación me alarmo pensando en la crisis de valores
que estamos sufriendo la sociedad española en esta etapa de la historia. Y me
explico con dos noticias que se vienen repitiendo, no sé si porque son de
interés o simplemente porque hay que rellenar periódicos en agosto.
Una es la noticia que condena, con poca contundencia, fotografías donde aparecen jóvenes de Nuevas
Generaciones haciendo apología del franquismo (con bandera anticonstitucional y
brazo en alto); y otra que el Gobierno de este país en crisis, con un paro que
supera el 26%, bajo la presión inhumana del gran lobby económico que nos
gobierna, con familias reagrupadas bajo un techo para socializar la pobreza ,
ha decido invertir 215.000€ en restaurar el
Valle de los Caídos. Y recordamos que fue el PP, cuyos cachorros muestran
la simbología que aboga por una sociedad donde impera la desigualdad, el terror
y la barbarie, quién dio carpetazo cuando llegó al gobierno a la comisión de
expertos que pretendía eliminar el carácter sagrado con que este monumento se
construyó.
Mi reflexión sobre estos acontecimientos que van sucediendo me demuestran que
estamos perdiendo los hitos sociales y políticos que tanto han costado
conseguir. En dos años se ha deshecho más de la mitad de lo que se tardó en
construir durante los 40 años de democracia.
Y se debe a que tenemos un partido en el Gobierno que no ha condenado el
franquismo, que no condena las actitudes y apologías de este régimen
dictatorial que sus jóvenes realizan sin ningún tipo de pudor, que destina
dinero público para restaurar un símbolo franquista mientras niños de este país
comienzan a sufrir malnutrición. Y me preocupa mucho esas voces que empiezan a
surgir que dan legitimidad a un régimen asesino y devastador, me refiero a esos
historiadores y tertulianos
que defienden tesis nada objetivas quitando legitimidad a la Segunda
República para como dice Juan Sisinio
Pérez Garzón “resucitar viejas consignas falangistas y
nacionalcatólicas para negar todo el programa reformista de la Segunda
República española y, de paso, negarle credenciales democráticos al actual
sistema político”.
¿Qué es lo que nos pasa como sociedad? ¿En qué hemos fallado? ¿Serían
posibles situaciones de apología de un régimen que dejó a miles de ciudadanos
en las cunetas en otros países?
El futuro se nos presenta incierto pero es necesario saber qué sociedad
queremos construir para que al menos las generaciones futuras puedan ver la
utopía soñada. Defender valores y logros sociales debe ser la verdadera
revolución del siglo XXI.
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