Una formación inicial
y permanente del profesorado. La inicial encaminada al ejercicio de la docencia,
por lo que debe aunar lo académico con lo psicopedagógico. La permanente, centrada
en la práctica, que dé respuestas a sus demandas y necesidades, ligada a la
promoción profesional y que se haga en el centro educativo.
En la escuela pública
queremos a los mejores, por tanto, son necesarias unas condiciones
profesionales y salariales acordes, una carrera profesional estimulante,
atractiva y bien incentivada, y todo esto recogido en un marco regulador común:
el Estatuto de la Función Pública Docente que recoja el ingreso, la
configuración de los cuerpos de funcionarios, la estructura del sistema
retributivo, los sistemas de promoción y carrera profesional, la movilidad o la
jubilación…
Se necesita un
modelo de centro educativo participativo, que garantice una educación de
calidad, igualdad y equidad para todo el alumnado. Por tanto centro con autonomía
organizativa, pedagógica y de gestión económica que puedan desarrollar
proyectos educativos concretos (no la autonomía curricular de la LOMCE que
lleva a especialización y selección del alumnado).
Contar con directores
elegidos por sus compañeros y en base a un proyecto (no directores a dedo que seleccionen
al profesorado LOMCE) Y que los Consejos Escolares sigan siendo ejes vertebradores
de la comunidad educativa.
La atención
individualizada, la atención a la diversidad y la igualdad de oportunidades
deben ser premisas fundamentales. Recuperar lo recortado por el PP como, la
reducción de ratios, la potenciación de programas y acciones de refuerzo para
mejorar el rendimiento escolar del alumnado, la disminución de las horas de
atención directa del profesorado con los alumnos, el incremento de plantillas y
de personal de apoyo especializado o la implantación de medidas de atención a
la diversidad desde Infantil para prevenir dificultades…
Es fundamental
una inversión pública suficiente y equitativa, unos recursos humanos y
materiales suficientes, un sistema justo y equilibrado de becas y ayudas,
evitar la segregación temprana del alumnado, y recuperar desdobles, programas de orientación, de
diversificación curricular, y planes de actuación para el alumnado con
necesidades específicas.
Estamos en la
generación bilingüe, por tanto es indispensable reforzar el aprendizaje de
lenguas extranjeras, prestando especial atención desde edades muy tempranas y
además favorecer la posibilidad de aprender más de una a lo largo de la
escolaridad.
Finalmente, la
evaluación debe ser: formativa, diagnóstica, orientadora y continua a lo largo
del proceso, para detectar progresos y dificultades. Las evaluaciones externas
han de ser de diagnóstico y con la participación y colaboración de centros y
profesorado. Y las pruebas deben estar conectadas con el currículo y no servir
para establecer clasificaciones.
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