A
colación de ciertos debates que están surgiendo estos días sobre el "hacer
política" me gustaría hacer una pequeña reflexión sobre lo que significa
para mí, este término, sobre cómo entiendo qué es y para qué sirve la política.
Los que me conocéis bien, sabéis que yo entiendo la política como un servicio
público, una tarea a la que te entregas con la intención de hacer más
fácil la vida en sociedad y, sobre todo,
para "utilizar" (en el buen sentido de la palabra) las instituciones
para evitar las injusticias y
desigualdades que producen el libre mercado y las políticas más rancias
de la derecha. Y eso se puede hacer desde cualquier nivel, desde el Congreso,
desde las Cortes de Aragón y desde los ayuntamientos, desde la institución más
grande a la más pequeña; y tal vez es más importante lo que se hace en este
último nivel, puesto que es la
institución más cercana a los ciudadanos y por tanto la que mejor debería
conocer las dificultades por las que pasan los ciudadanos. No en vano la
palabra política proviene del griego Polis, nombre que recibían las ciudades
Estado de la Grecia Clásica, tal vez las primeras instituciones democráticas de
la HISTORIA.
Pero
también hay política más allá de las instituciones, de los partidos y de los
políticos "profesionales". Es la política de cada día, la política de
los sindicatos, de la asociaciones, de las mareas, en definitiva, la que hace
cada ciudadan@. Y es que si vamos al diccionario de la Real Academía Española
veremos que, en su acepción novena, define la política como la " Actividad del ciudadano cuando
interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier
otro modo." Esto y no otra cosa es lo que están haciendo andorranas y
andorranos libremente. Porque los
ciudadanos hacemos (y a veces sufrimos) política cada día, porque participar en
democracia no es solo votar cada cuatro años, por mucho que a algunos les pese,
participar en política en una democracia es (o debería ser) mucho más. Uno de
los grandes teóricos de la democracia, Charles Tilly, cuando hablaba de
democracia y política, ponía el acento en las relaciones entre instituciones y
ciudadanos que, según él, "se demuestran con consultas mutuamente
vinculantes, amplias, iguales y protegidas". Tal vez lo que deberían hacer algunos y algunas, en
lugar de intentar coartar la libertad de expresión de andorranos y andorranas,
en lugar de hablar de ciudadanos manipulados por no se sabe que extraños "poderes",
en lugar de todo eso, tal vez deberían leer y poner atención sobre las preocupaciones
de la gente.
Todos,
cuando estamos en lo público, debemos asumir que somos “personajes públicos” y
como tales, y siempre que sea desde el respeto, hemos de saber asumir con
humildad y responsabilidad las críticas que se nos hacen y entenderlas como
mensajes constructivos y como un instrumento para mejorar día a día nuestra
gestión y nuestro trabajo (es difícil pero ahí radican algunas esencias de la
democracia: libertad y respeto).
Y
desde aquí me solidarizo con aquellos que hoy reciben críticas, porque sé lo
que es pasar por eso, porque soy persona además de política, y también tengo
familia, amigos, compañeros de partido y de trabajo y…. es duro, muy duro. Y
muy triste cuando además “algunos” alientan ese tipo de política destructiva y de
ataque personal, porque ese mal uso de la política es el que desvirtúa a la
clase política y hace que la ciudadanía considere que los políticos y la
política son las mayores amenazas en estos momentos, eso que muchas veces es
puro populismo y se acerca más a la
antipolítica, no sólo se dá en la derecha, una parte de la izquierda
también lo usa sin caer en la cuenta que hace el trabajo a quienes no creen en
el sistema ni en la democracia. Nadie podrá decir que he hecho acusaciones
personales a ningún cargo público, siempre he cuidado mucho las formas, he
intentado trasmitir el mensaje político de mi grupo, las propuestas de mi
partido y referirme a los demás como responsables de su gestión política nunca
a nivel personal.
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