Antes de las elecciones nos hartamos de
escuchar que lo prioritario es trabajar por nuestro pueblo y que todo va a
cambiar tras el voto de los ciudadanos; pero… una vez que votan, la prioridad
cambia por ocupar sillones.
Creo que la ausencia de mayorías absolutas
fortalece la democracia y mejora la vida de la gente, porque entra el juego el
diálogo, el consenso y la negociación; aspectos claves en política, porque
enriquecen y mejoran la gestión de lo público y las actuaciones que se
desarrollan. Pero también creo, que si los pactos se hacen pensando en que hay
de lo mío, ocurre el efecto boomerang: inestabilidad e ingobernabilidad.
El nuevo escenario político de nuestros
ayuntamientos y gobiernos autonómicos se va a ir concretando en varias fases,
en función de los distintos procesos electorales que todavía quedan este 2.015,
y eso… no es nada bueno; es más, es triste, especialmente por la sensación de
inestabilidad e ingobernabilidad que genera, y más en la situación tan preocupante
que atravesamos
En ese juego participan los nuevos
partidos, que aunque hablan de cambio y modelo distinto, resulta que son más de
lo mismo, y donde la prepotencia y soberbia está por encima del compromiso y
generosidad. Partidos que sólo buscan el “quítate tú para ponerme yo” como por
ejemplo ocurre en Zaragoza donde como son mayoritarios exigen apoyo incondicional,
casi a cambio de nada. Sin embargo, cuando no son mayoritarios, como ocurre en
Valencia, cambian las tornas y la tercera y cuarta fuerza política, exigen al
PSOE, segunda, que renuncie a la presidencia bajo el argumento de “sólo ellos
son el cambio”, una actitud que bloquea cualquier negociación.
Habrá votantes que aplaudirán esta
actitud intransigente de algunos de sus dirigentes por mantener su virginidad,
como igual han comprado el discurso contra la casta, el bipartidismo y otras
tantas plagas egipcias.
En conclusión; tras las elecciones nos
olvidamos de lo importante que es la política: una herramienta de
transformación de la sociedad, un instrumento a través del cual la realidad puede
cambiar. Es cierto que los partidos nuevos han contribuido ya a ese cambio,
poniendo sobre la mesa asuntos como la transparencia o la lucha contra la
corrupción, pero si ahora no son capaces de remangarse y transformar eso a
través de acuerdos con otras fuerzas lo que generarán es un inmenso sentimiento
de frustración.
0 comentarios:
Publicar un comentario