Hace 25 años se aprobó la Ley General de Sanidad. Una Ley muy positiva que ha permitido en estos años, y con el esfuerzo de todos, construir un sólido pilar del Estado de bienestar. Toca valorar también lo conseguido y encontrar la fórmula que permita evitar dar pasos atrás en los logros alcanzados. Porque los Socialistas defendemos el Sistema Nacional de Salud frente a los Populares que se sitúan a favor del copago.
La ley impulsada hace 25 años por Ernest Lluch supuso la apuesta por la protección de la salud, que pasó a ser un derecho básico de ciudadanía: el sistema sanitario público, que ha sido y es un instrumento esencial que garantiza una asistencia de calidad, igual para todos los ciudadanos de todos los rincones de España e independiente del nivel de ingresos.
Hoy, sería impensable que en España no disfrutásemos de nuestro Sistema Nacional de Salud. Un sistema que ha permitido pasar de 300 centros de salud a más de 3.000, que nuestros hospitales hayan incorporado las mejores tecnologías y que España sea referente mundial en la realización de trasplantes y en el grado de supervivencia posterior de los pacientes.
El balance nos dice que 25 años después, la Ley General de Sanidad ha cumplido su objetivo: asegurar a toda la ciudadanía un sistema de protección que incluye la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad, la extensión de la asistencia sanitaria a toda la población y la superación de los desequilibrios territoriales y sociales. El legado que tenemos es magnífico, ahora debemos afrontar un reto: preservarlo a pesar de las dificultades económicas. Aquí los Gobiernos juegan un papel esencial en el momento de afrontar recortes y de priorizar sus políticas y saber a qué no quieren renunciar. Es el momento de pensar en cómo mejorar la eficiencia, cómo reducir los gastos, rebajar los costes... el hacer más con menos; pero continuar garantizando la sostenibilidad del sistema tal como lo hemos construido: equitativo, eficiente, solidario, universal y público. Éste es el reto.
Finalmente, nuestro Sistema Nacional de Salud, es hoy el servicio público mejor valorado por los ciudadanos, un sistema que además de dar empleo a cientos de profesionales, considerados de los mejor cualificados del mundo, contribuye a la I+D+i en sectores como el medicamento o las tecnologías sanitarias, supera en eficiencia a cualquier sistema privado de atención sanitaria; por tanto un sistema que debe mantener nuestro catálogo de prestaciones que supone una inversión de 1.500 €/habitante/año. Ese reto es el que tenemos por delante y al cual nos hemos de dedicar.
La ley impulsada hace 25 años por Ernest Lluch supuso la apuesta por la protección de la salud, que pasó a ser un derecho básico de ciudadanía: el sistema sanitario público, que ha sido y es un instrumento esencial que garantiza una asistencia de calidad, igual para todos los ciudadanos de todos los rincones de España e independiente del nivel de ingresos.
Hoy, sería impensable que en España no disfrutásemos de nuestro Sistema Nacional de Salud. Un sistema que ha permitido pasar de 300 centros de salud a más de 3.000, que nuestros hospitales hayan incorporado las mejores tecnologías y que España sea referente mundial en la realización de trasplantes y en el grado de supervivencia posterior de los pacientes.
El balance nos dice que 25 años después, la Ley General de Sanidad ha cumplido su objetivo: asegurar a toda la ciudadanía un sistema de protección que incluye la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad, la extensión de la asistencia sanitaria a toda la población y la superación de los desequilibrios territoriales y sociales. El legado que tenemos es magnífico, ahora debemos afrontar un reto: preservarlo a pesar de las dificultades económicas. Aquí los Gobiernos juegan un papel esencial en el momento de afrontar recortes y de priorizar sus políticas y saber a qué no quieren renunciar. Es el momento de pensar en cómo mejorar la eficiencia, cómo reducir los gastos, rebajar los costes... el hacer más con menos; pero continuar garantizando la sostenibilidad del sistema tal como lo hemos construido: equitativo, eficiente, solidario, universal y público. Éste es el reto.
Finalmente, nuestro Sistema Nacional de Salud, es hoy el servicio público mejor valorado por los ciudadanos, un sistema que además de dar empleo a cientos de profesionales, considerados de los mejor cualificados del mundo, contribuye a la I+D+i en sectores como el medicamento o las tecnologías sanitarias, supera en eficiencia a cualquier sistema privado de atención sanitaria; por tanto un sistema que debe mantener nuestro catálogo de prestaciones que supone una inversión de 1.500 €/habitante/año. Ese reto es el que tenemos por delante y al cual nos hemos de dedicar.
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